miércoles, 24 de noviembre de 2010

Desafortunado accidente

Al abrir los ojos supo que no podría volver a cerrarlos. Su cuerpo estaba paralizado, era incapaz de mover un sólo músculo o de emitir algún sonido. No tardó mucho en escuchar las primeras ambulancias, las voces de los policías y de los bomberos que comenzaban a retirar los escombros. Desesperado intentó dar señales de vida, “¡estoy aquí, no estoy muerto, por favor!” pero era inútil, una sábana blanca ya cubría su cabeza.

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