jueves, 21 de agosto de 2008

Aquella noche hablamos poco, él me invitó a cenar a un lugar cerca del puerto
o en el puerto. No probamos la comida pero me tomé un par de cervezas. Casi no dijimos nada aunque nos miramos mucho, mucho más que otras veces y quién sabe quizás asi hablamos, quizás incluso las palabras invisibles volaran entre los dos, en nuestro espacio diminuto. Estabamos tensos o nerviosos o cansados, pero nuetros ojos quisieron estar juntos, mirando Altea, contemplándola resplandeciente entre los barcos y las luces estrelladas; y así permanecimos un rato, a lo mejor un par de horas más, sin poder hablar, sin entendernos y sin poder evitar pensar porqué en aquella noche larga hasta la luna parecía sufrir de melancolía.


-18.08.08

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